jueves, 22 de diciembre de 2011

Yachachiqs: Sembrando Saber




Por: Sandor G. Lukacs de Pereny

 El Perú es un país que goza de un rico legado agrícola proveniente de las culturas pre-incas e Inca respectivamente. La rotación de tierras, el calendario solar, la precisión y perfección en el manejo del agua, la construcción de andenes, así como la domesticación del tubérculo más consumido del mundo –la papa- son algunos de sus mejores ejemplos. Si ello sumamos que la agroexportación es actualmente la segunda fuente de divisas para nuestro país, caemos en cuenta que, si bien como balance la agricultura a nivel industrial ha demostrado ser positiva como motor y soporte económico (claro está, con los defectos, limitaciones y efectos colaterales que todo sector posee) es cada vez más frecuente constatar que la pequeña producción campesina es la que realmente puede ser base para la creación de mercados internos más participativos e integrados representadas por familias y cooperativas agrarias agrupadas y tecnificadas que emerjan como unidades microemprendedoras autosuficientes. Es aquí donde los “Yachachiqs” hacen su aparición.

La palabra “Yachay” en quechua significa “saber o conocimiento” y “chik” se entiende por la acción de “el que sabe y hace que otro aprenda”[1]. Sin embargo, la dimensión de este concepto resulta ser más compleja de lo que parece por cuanto implica que el denominado yachachiq no solo comparta un abanico de técnicas agrícolas con campesinos (en su mayoría quechua-hablantes) sino que además los guíe y se convierta en su referente, asistiéndoles, instruyéndoles y asegurándose que los aprendices dominen la variedad de conocimientos por medio de evaluaciones basadas en resultados concretos. Ciertamente se busca un “efecto cascada”.
Pero ¿cómo nació este concepto?“(…) EI “Instituto para la Innovación Agraria” (IAA) todavía en sus inicios, por los años 80, organizó varios URU CAMACHIQ RAYMI que se desarrollaron en las comunidades campesinas de Canas (…).Luego el IAA organizó el PACHAMAMA RAYMI, es decir fiesta de la madre tierra y organizó yachachiq agrícolas, pecuarios, de medio ambiente y de organización. (…) Al año siguiente las comunidades cuando encontraban yachachiq de buen rendimiento, los ratificaban y cuando habían algunas fallas los cambiaban (…)[2]
El objetivo era crear una base de yachachiqs quienes durante un año pasaran por una meticulosa capacitación en la cual pudieran aplicar y replicar su aprendizaje en terreno, es decir, en directo contacto con campesinos de las zonas rurales. Inicialmente, la primera generación de este proyecto generó 25 yachachiqs. “(…) Por ejemplo para conocer el proyecto de fitotoldos visitaron Almería, un proyecto de la fundación que lleva el nombre de Almería de España y que trabaja en la especialidad de cultivos en fitotoldos en Anta. Luego fueron a IDER en Anta que son expertos en animales menores. Esta experiencia tiene sus raíces en la cultura andina, la recogió el “Proyecto de Desarrollo Rural en Microrregiones” (PRODERM) un programa de la cooperación holandesa que se instaló en el Cusco para ver cómo se orientaban las nuevas unidades productivas constituidas después de la Reforma Agraria cuando la tierra pasó a las comunidades campesinas (…)[3] Los yachachiqs son en la actualidad elementos fundamentales para el programa llamado “Sierra Productiva”.[4]
De igual modo se invitó a otros poseedores de conocimientos como los “Camachiqs”[5] quienes iniciaron un festival denominado “Uru Camachiq Raymi” (celebración o fiesta en virtud del manejo del agua, elemento indispensable para la agricultura) Con ello, se consiguió que los camachiq capaciten a varios agricultores andinos. Lamentablemente –ya años más tarde-  el PRODERM desapareció, sin embargo sus conocimientos pudieron ser rescatados por diversas entidades, entre ellas el IAA.
Cabe destacar que la tarea no fue fácil debido a que la principal dificultad no solamente radicaba en los limitados recursos del nuestro sector público (o de las cifras que disponen sus autoridades) sino que también había una alta expectativa por parte del campesino rural. Empero, por medio del apoyo de entidades y organismos de cooperación internacional, el proyecto pudo continuar. Es preciso mencionar además que, la variable geográfica en paralelo a una dispersión poblacional rural típica de las pequeñas comunidades peruanas de la Sierra, limitaban el espectro del proyecto en razón de la dificultad para acceder a los múltiples caseríos diseminados en zonas de hasta 4,500 msnm y más. Probablemente el gran desafío de la agricultura en el Perú no solamente está ligada a una carencia de recursos, sino que además responde a la progresiva fragmentación que la cultura andina sufrió (y con ello sus conocimientos ancestrales) debido a crudas y prolongadas coyunturas económicas, políticas y sociales que sufrió el país, mismas que repercutieron en las comunidades más alejadas, precisamente donde el Estado aún se encuentra ausente.

Iniciativas como estas demuestran que la educación es elemento clave para nuestro desarrollo. De esta experiencia se desprenden las siguientes conclusiones:

a) Que la agricultura rural en el Perú si puede ser rentable y sostenible si es que se logran articular y vincular a los campesinos en cadenas “glocales”[6] de valor que puedan generar cambios en su calidad de vida a través de una adecuada capacitación y seguimiento.
b) Que es factible consolidar un agro autosuficiente que prescinda de intermediarios.
c) Que una producción agrícola de calidad puede impactar positivamente en la calidad nutricional de la población rural andina.
d) Que al “empoderar” al campesino se obtienen resultados de integración entre estos, expresado en la creación de cooperativas agrarias que les otorgan mayor poder de negociación.
e) Que una adecuada descentralización agrícola puede permitir la participación de una otrora clase agrícola migrante en un sector de impulso económico. Claramente el factor migratorio de los años 80 -por efectos del accionar terrorista- trajo como consecuencia un despoblamiento de los campos.
f) Que el campesino se siente revalidado como persona dado que se expresa abiertamente la necesidad de un mercado que está enfocado en nichos de productos orgánicos para la exportación. Decididamente en las diversas ediciones de la feria “Mistura” fueron escenario mediático de reconocimiento de los mejores agricultores. Con ello, poco a poco se reivindica a un sector social muy abandonado el cual actualmente está lentamente insertándose en una actividad agroexportadora de alto valor agregado.

Finalmente, las diversas técnicas y productos fruto del conocimiento agrícola andino han sido recopiladas por la antropóloga Moraima Montibeller Ardiles en su libro “Los Alimentos en el Mundo Andino”[7] en donde se detallan las distintas prácticas ancestrales de autosuficiencia socioeconómica aplicadas antes y durante el incanato. Sembrando saber.


[5](…) Los camachiq es un término distinto a los yachachiq (…) Yachachiq es un profesor y el amauta es un sabio, camachiq es una categoría intermedia, especializada. Los camachiq son los mejores regadores, son especialistas del riego por gravedad, es una técnica de riego por melgas. Tienen el arte de conducir el agua, de modo tal que en el menor tiempo posible el agua abarque por surcos toda una parcela y los expertos en esto son arequipeños, de la zona del valle del Colca y la parte baja de Arequipa (…)” Fuente: http://www.sierraproductiva.org/yachachiq/Home/Yachachiqs
[6] En referencia a la fusión de las palabras “Global” y “Local”.

http://www.chefandhotel.cl/images/Revista54.pdf







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