viernes, 27 de julio de 2012

Transgénicos: entre el hambre y la Diversidad


Por: Sandor G. Lukacs de Pereny

Hambre: según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés)  en el mundo hay cerca de mil millones de personas que padecen hambre crónica a escala global, concentradas en 5/6 partes en el hemisferio sur.
Diversidad: variedad de flora y fauna de la cual nos jactamos y que nos permite gozar de beneficios médicos y culinarios. Pero, ¿qué sucede si hablamos de una “nueva diversidad”?
Es en este punto en el cual el tema de los transgénicos hace su aparición

En la actualidad, los organismos genéticamente modificados (OGM) y la gastronomía moderna están muy vinculados. ¿Cómo reaccionaría usted si le dijera que desde hace varios años sus crocantes picarones y caseras papas fritas fueron sumergidas en un caliente y genéticamente modificado aceite de girasol?; ¿Cuál sería su impresión al saber que su tierno y jugoso pollo a la cacerola semanal se alimentó con granos de soja transgénica? o que su cremoso helado le debe esa untuosidad no necesariamente a la crema de leche sino a un jarabe especial hecho con maíz genéticamente alterado. Debemos ser honestos al admitir que detrás de la palabra “transgénico” existe una mezcla de miedo magnificado y alimentada ignorancia.

Desde su concepción, los OGM buscaron ser la solución para contrarrestar el hambre en el mundo y devenir una herramienta viable para los agricultores y poblaciones de las zonas más afectadas por el flagelo de los estómagos vacíos. Los OGM han sido alterados para afrontar escenarios con limitación de agua, invasión de plagas y parásitos, ambientes propensos a virus y enfermedades propias del mundo vegetal (según cada especie) buscando, al mismo tiempo, optimizar los rendimientos productivos, tanto en calidad como en volumen.
A mediados de 2011 el tema de los OGM tuvo amplia atención de los medios peruanos enfrentando a empresarios y grupos ecologistas (y la propia Sociedad Peruana de Gastronomía (APEGA)). Por una parte, los empresarios y ciertos expertos agroexportadores manifestaron que la aceptación del ingreso de OGM al Perú permitiría un desarrollo del agro nacional, mitigando el hambre y posibilitando mejoras en rendimientos y rentabilidad. Los que se pronunciaban en contra, esgrimían que la moratoria por 10 años era necesaria por cuanto los transgénicos representaban los intereses mercantilistas de grandes firmas agroindustriales (entre ellas, la internacionalmente cuestionada Monsanto) sosteniendo que con su ingreso se condicionaría a los ya pobres micro y medianos agricultores a pagar derechos por concepto de uso de patentes genéticas así como verse forzados a comprar semillas para cada cosecha lo que tendría un fuerte impacto en la biodiversidad. Finalmente, la moratoria fue aprobada.
Por nuestra parte, estimamos que la propuesta de los OGM es válida como arma para combatir la pobreza y la desnutrición pero consideramos que en este caso también existen intereses económicos que priman por sobre la altruista inicial intención.
En consecuencia, creemos que el Perú, al igual que muchos otros países de Latinoamérica que aún proyectan una feble institucionalidad y escaza presencia de Estado (especialmente en zonas rurales), no está preparado para permitir el ingreso de “especies nuevas” o creadas, sobre todo si tomamos en cuenta que poseemos una riqueza genética endémica, es decir, donde solo habitan especies que se desarrollan exclusivamente a plenitud en sus áreas nativas. En tal sentido, está demostrado que el polen de plantas genéticamente modificadas, de llegar a espacios vírgenes (siguiendo una lógica de selección natural) desplazarían a sus pares nativos y con ello, la diversidad se vería afectada. Es más, si entendemos las limitaciones económicas y de recursos humanos (para fiscalizar y asegurar un óptimo control) ¿cómo se podría garantizar que nuestras áreas nativas y/o endémicas no sean contaminadas? Y por último, el Perú no es un país de grandes volúmenes agrícolas. Por ejemplo: mientras que el Perú posee 3 millones de hectáreas cultivables, Brasil tiene 200 millones[1], entonces, ¿valdría la pena competir con productos similares aun conociendo tal desventaja competitiva en términos de volumen y costos? Sería absolutamente absurdo. Tenemos que comprender que la verdadera y genuina fortaleza competitiva agrícola del Perú yace en su diversidad genética y en la alta demanda de selectos mercados  de gran poder adquisitivo por nuestros insumos orgánicos como primer productor mundial de café y bananos orgánicos del mundo. Pero también lideramos la exportación de paprika, espárragos y, en mango y palta, estamos tomando la delantera. Dicho de otra forma, debemos apuntar a sacarle provecho de nuestro capital verde renovable el cual estamos seguros que, en un mediano plazo, adquirirá valores impresionantes. Recordemos que fue justamente esta misma diversidad la que permitió que distintas variedades de papa puedan ser cultivadas en latitudes tan distintas como distantes: desde Irlanda, China, Estados Unidos, India, entre otros países, permitiendo doblegar el hambre mundial.[2]  Por su parte, México también se muestra contrario a abrir las puertas a los OGM dado que no desean arriesgar las más de 60 especies de maíz nativo que poseen.
Por estas razones, consideramos que aún no estamos preparados para tomar la enorme responsabilidad para administrar dichos organismos. Basta tan solo con constatar cuanto se invierte en nuestro país en la actualidad en ciencia y tecnología en para darnos cuenta que no estamos prestos a riegos tales.[3] No obstante, consideramos justo y merecido extender un reconocimiento al arduo e importante trabajo de Centro Internacional de la Papa (CIP) al resguardar los germoplasmas de este tubérculo, así como destacar el trabajo del Instituto Nacional para la Innovación Agraria (INIA) el cual busca fortalecer y potenciar la producción agrícola rural así como también resaltar la labor desempeñada por la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) a través del Centro para la Sostenibilidad Ambiental (CSA) entre otras entidades que silenciosamente buscan mantener nuestra diversidad y medio ambiente libres de amenazas.
Finalmente, el aumento del hambre conlleva a la depredación de bosques (para agricultura y ganadería) propiciando impactos tremendos y en muchos casos irreparables. De igual forma, el hambre, obliga a las personas a dedicarse a actividades ilícitas como la minería informal (contaminación de agua y suelos) y narcotráfico (quema para plantar coca) por lo que debemos buscar un equilibrio entre las estrategias, las decisiones y las consecuencias que estas conlleven.  Fiat panis.


[1] EEUU (69 millones de hectáreas sembradas), Brasil y Argentina son los países con más cultivos transgénicos del mundo evidenciándose un crecimiento en cultivos de OGM del 8% entre el 2010 y el 2011. Fuente: Diario El Comercio. Lima, miércoles 15 de febrero de 2012.
[2] En el mundo cerca de mil millones de personas basan su dieta regular en consumo de papa con una producción global de 300 MTM. Así mismo, en el Perú existen más de 4,000 variedades de ése tubérculo, sin embargo, comercialmente, el mundo emplea 4. Fuente: Centro Internacional de la Papa (CIP) www.cipotato.org
[3] En el Perú se invierte el 0,15% del PBI en ciencia y tecnología mientras que otros países como México, Chile y EEUU invierten el 0,44%, 0,59% y 2,60%, de su PBI respectivamente. Fuente: Diario El Comercio. www.elcomercio.com.pe

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