Por: Sandor G. Lukacs de Pereny
En 1975, José Koechlin, peruano apasionado
por la naturaleza, culmina la construcción de “Cusco Amazónico” un lodge
turístico enclavado en plena selva de Tambopata, región de Madre de Dios, ubicada
al sureste del Perú. Sin embargo, no se trata de otro establecimiento hotelero
más. Koechlin buscaba desarrollar un concepto de turismo responsable que
combine emprendimiento con investigación, preservación y promoción de la cultura,
naturaleza y biodiversidad peruana. Casi cuatro décadas después, el hoy
rebautizado albergue “Inkaterra Reserva Amazónica” (perteneciente a la
prestigiosa cadena Inkaterra) se mantiene como ícono mundial de turismo de
excelencia hotelera y sostenibilidad ambiental al ser la primera empresa
peruana carbono neutro. En la
actualidad, el grupo Inkaterra[1]
opera otros cuatro establecimientos de primer nivel y similar filosofía; éstos
son Inkaterra Hacienda Concepción (también en Tambopata), Inkaterra Machu
Picchu Pueblo Hotel y Mapi Hotel (ambos ubicados en Aguas Calientes) e
Inkaterra La Casona Cusco (situada en la ciudad del Cusco). Es inevitable
asombrarse como la alta calidad y personalización en el servicio,
complementados con una imponente infraestructura, pueden ser parte de un genuino compromiso
medioambiental y cultural. [2]
Esta es, la Experiencia Inkaterra…
Despierto de
una breve siesta mientras el capitán anuncia nuestro pronto descenso a la ciudad
de Puerto Maldonado. Desde mi ventana noto como albinas y regordetas nubes van
cediendo terreno a una frondosa vegetación. Ya estamos en tierra. Tras el
respectivo recojo de equipaje, diviso en los exteriores del aeropuerto a un
sonriente joven portando un cartel con mi nombre. Atento y cordial se presenta
como Andrés, responsable de acogida de huéspedes de Inkaterra Reserva Amazónica
mientras caminamos hacia una van desde la cual una pareja de turistas me
saludan con entusiasmo. Andrés procede a
detallar el itinerario para esta tarde de 22 de mayo el cual incluye la visita
a un simpático jardín de mariposas, actividad previa al traslado en bote hacia
nuestro destino final. Luego de degustar un zumo natural de carambola y
deleitarnos con variopintos lepidópteros enrumbamos hacia el río para abordar
nuestra embarcación.
Inkaterra Reserva Amazónica: privilegiada vitrina
de verde vida
Tras 45 minutos
de viaje surcando el río Madre de Dios finalmente nos aproximamos a un borde
arcilloso para estacionarnos. Es reconfortante el sonido de la naturaleza: monos
desafinados, rítmicos grillos, aves melodiosas y chasquidos de río; sinfonía acompañada
por un abanico de fragancias florales, humedad y hojas caídas en roja arcilla. Una
ruta de maderos en rodajas meticulosamente colocados nos lleva al comedor principal
donde somos recibidos con otra frutal bebida y tibias toallas húmedas. Luego de
recibir información sobre el hotel vamos a nuestras habitaciones a luz de lámparas
de kerosene y de una curiosa luna blanca. Mi habitación -al igual que el resto-
es una preciosa cabaña rectangular soportada por sólidos palos de madera y
cubierta en lo alto por un techo de palmeras nutridamente entrelazadas. Al
interior, un ventilador, dos camas con prístinas sábanas y bienvenidas mallas
anti zancudos. Al lado derecho, un pulcro baño con un lavamanos dotado de
naturales jabones, repelente y shampoo
y una ducha. Desde la mesa de noche, una solitaria vela me recuerda que, a fin
de reducir emisiones y ruidos, el grupo electrógeno se apagará cada día a las
6pm. La reserva busca minimizar su impacto ambiental con prácticas similares
como la selección de desechos, tolerancia cero al consumo de tabaco in situ y manejo responsable del agua
entre otras actividades.
Ya es jueves y
un nuevo sol de oro emerge. Ya en el comedor, el desayuno consta de una amplia variedad
de jugos surtidos, fruta picada, cereales, embutidos, quesos, infusiones, café
panqueques, y omelettes. Después de
recargar energías, el lodge nos
ofrece servicios de excursiones guiadas, entre expediciones matinales y
caminatas a cierre de tarde. Adicionalmente, los amantes de la ornitología pueden visitar
la magnífica estructura de puentes colgantes (ubicados a tan sólo 15 minutos
del lodge) para poder deleitarse con hermosas
aves, centenarios árboles y el marco visual de un vasto cielo azul. Horas más
tarde, los grillos anuncian la llegada de la noche (y de la hora de cenar). Así
como en el almuerzo, opciones de potajes nos son ofrecidas. Sobresalen, en cada
preparación, la calidad de la presentación y el respeto por el auténtico sabor de
cada producto. Finalizo mi estadía relajándome en el spa pues mañana voy a
Machu Picchu.
Inkaterra Machu Picchu Pueblo Hotel: pasión
por el detalle
Luego de algo
más de tres horas de viaje sobre rieles desde Ollantaytambo hacia Aguas
Calientes, llegamos a destino minutos antes de las 7pm. En la estación me acoge
Brenda, responsable de dar la bienvenida a los huéspedes. Ella me conduce hasta
mi habitación y gentilmente me informa de los principales servicios del hotel. Me
instalo en mi cómoda recámara de techo alto, amplia cama y hogareña chimenea.
Me preparo para la cena dirigiéndome al
restaurante principal. Tomo asiento y un mozo me ofrece la carta. Casi al mismo
tiempo Gustavo Borja, Chef Ejecutivo
del hotel, me saluda y me acompaña en mesa. Tras una breve y mutua presentación
le pregunto cómo llegó a Inkaterra. Me comenta que, luego de culminar sus
estudios en Le Cordon Bleu en los
EEUU y de trabajar varios años en reconocidas cadenas de hoteles de dicho país,
es contactado por Inkaterra para asumir el reto de dirigir éste gran hotel.
Gustavo define a su cocina como respetuosa de los sabores propios de cada
producto oriundo de nuestro país sin dejar de lado la vanguardia ni la
innovación. Así mismo, recalca que es muy exigente en materia de higiene (algo
que efectivamente pude constatar). La carta resalta por la gama de entradas,
tipos de carnes, guarniciones y postres (¡el Lomo Saltado fue sobresaliente!)
mientras que el bar refresca y anima. Por otro lado el joven Chef acota que su equipo ha
perfeccionado una gama de helados artesanales en casa, desde el clásico y noble
chocolate, hasta un atrevido -pero sorprendente- eucalipto (recomendado
equilibrio de cremosidad y fragancia). Me despido de este bello hotel y de su
gente para dirigirme hacia la ciudad del Cusco donde me espera una linda casona
colonial.
Inkaterra La Casona Cusco: privacidad,
confort y buen gusto
La “Ciudad
Imperial” me recibe al mediodía en la Plazoleta Nazarenas 167, lugar donde se
encuentra el hotel Inkaterra La Casona Cusco. Enmarcado en piedra se halla un
sobrio portón desde el cual Antonio me da la bienvenida. Ingreso e
inmediatamente me encuentro con una preciosa casa colonial del siglo XVI. Llama
mi atención la amplia colección de piezas de arte del Cusco colonial entre pinturas,
esculturas de madera y muebles, todas ellas organizadas con recato y excelente
gusto. Al centro del hotel, un patio cuadrado con un pequeño jardín. La
construcción de dos pisos exhibe imponentes barandas de madera talladas con maestría acompañadas por la belleza de
geranios y antiquísimas bancas de madera. Al llegar a mi habitación resalto la
sencillez y armonía de la decoración especialmente del baño con su honda tina.
Mi anfitrión me comenta que se buscó preservar la identidad del lugar
maximizando la comodidad y la privacidad del huésped. Y es que cada rincón de
la casona ha sido sutil y exquisitamente decorado; y el servicio personalizado
y muy eficiente. La casona simplemente deslumbra.
Esta ha sido
una de las mejores experiencias que he tenido como viajero principalmente por el
hecho de poder disfrutar de una infraestructura y de una impecable atención sabiendo
que, tanto el patrimonio como el medio ambiente, son preservados. Finalmente el
turista se lleva lo mejor del Perú cuidando precisamente lo mejor del Perú [3]: su diversidad natural y
riquísimo patrimonio cultural. Sostenibilidad y excelencia turística resumidas
en dos palabras: Experiencia Inkaterra.
1 comentario:
Es muy interesante como ha crecido Perú en turismo, me gusta mucho como llevan adelante sus campañas.
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