Por: Sandor G. Lukacs de Pereny
Hambre: según la Organización para la Agricultura y la Alimentación
(FAO, por sus siglas en inglés) en el
mundo hay cerca de mil millones de personas que padecen hambre crónica a escala
global, concentradas en 5/6 partes en el hemisferio sur.
Diversidad: variedad de flora y fauna de la cual nos jactamos y que nos
permite gozar de beneficios médicos y culinarios. Pero, ¿qué sucede si hablamos
de una “nueva diversidad”?
Es en este punto en el cual el tema de los transgénicos hace su
aparición
En la actualidad, los
organismos genéticamente modificados (OGM) y la gastronomía moderna están muy
vinculados. ¿Cómo reaccionaría usted si le dijera que desde hace varios años
sus crocantes picarones y caseras papas fritas fueron sumergidas en un caliente
y genéticamente modificado aceite de girasol?; ¿Cuál sería su impresión al
saber que su tierno y jugoso pollo a la cacerola semanal se alimentó con granos
de soja transgénica? o que su cremoso helado le debe esa untuosidad no
necesariamente a la crema de leche sino a un jarabe especial hecho con maíz
genéticamente alterado. Debemos ser honestos al admitir que detrás de la
palabra “transgénico” existe una mezcla de miedo magnificado y alimentada
ignorancia.
Desde su concepción,
los OGM buscaron ser la solución para contrarrestar el hambre en el mundo y
devenir una herramienta viable para los agricultores y poblaciones de las zonas
más afectadas por el flagelo de los estómagos vacíos. Los OGM han sido alterados
para afrontar escenarios con limitación de agua, invasión de plagas y
parásitos, ambientes propensos a virus y enfermedades propias del mundo vegetal
(según cada especie) buscando, al mismo tiempo, optimizar los rendimientos
productivos, tanto en calidad como en volumen.
A mediados de 2011 el
tema de los OGM tuvo amplia atención de los medios peruanos enfrentando a
empresarios y grupos ecologistas (y la propia Sociedad Peruana de Gastronomía (APEGA)).
Por una parte, los empresarios y ciertos expertos agroexportadores manifestaron
que la aceptación del ingreso de OGM al Perú permitiría un desarrollo del agro
nacional, mitigando el hambre y posibilitando mejoras en rendimientos y
rentabilidad. Los que se pronunciaban en contra, esgrimían que la moratoria por
10 años era necesaria por cuanto los transgénicos representaban los intereses
mercantilistas de grandes firmas agroindustriales (entre ellas, la
internacionalmente cuestionada Monsanto) sosteniendo que con su ingreso se
condicionaría a los ya pobres micro y medianos agricultores a pagar derechos
por concepto de uso de patentes genéticas así como verse forzados a comprar
semillas para cada cosecha lo que tendría un fuerte impacto en la
biodiversidad. Finalmente, la moratoria fue aprobada.
Por nuestra parte,
estimamos que la propuesta de los OGM es válida como arma para combatir la
pobreza y la desnutrición pero consideramos que en este caso también existen
intereses económicos que priman por sobre la altruista inicial intención.
En consecuencia, creemos
que el Perú, al igual que muchos otros países de Latinoamérica que aún
proyectan una feble institucionalidad y escaza presencia de Estado
(especialmente en zonas rurales), no está preparado para permitir el ingreso de
“especies nuevas” o creadas, sobre todo si tomamos en cuenta que poseemos una
riqueza genética endémica, es decir, donde solo habitan especies que se
desarrollan exclusivamente a plenitud en sus áreas nativas. En tal sentido,
está demostrado que el polen de plantas genéticamente modificadas, de llegar a
espacios vírgenes (siguiendo una lógica de selección natural) desplazarían a
sus pares nativos y con ello, la diversidad se vería afectada. Es más, si entendemos
las limitaciones económicas y de recursos humanos (para fiscalizar y asegurar
un óptimo control) ¿cómo se podría garantizar que nuestras áreas nativas y/o
endémicas no sean contaminadas? Y por último, el Perú no es un país de grandes
volúmenes agrícolas. Por ejemplo: mientras que el Perú posee 3 millones de
hectáreas cultivables, Brasil tiene 200 millones[1],
entonces, ¿valdría la pena competir con productos similares aun conociendo tal
desventaja competitiva en términos de volumen y costos? Sería absolutamente
absurdo. Tenemos que comprender que la verdadera y genuina fortaleza
competitiva agrícola del Perú yace en su diversidad genética y en la alta
demanda de selectos mercados de gran
poder adquisitivo por nuestros insumos orgánicos como primer productor mundial
de café y bananos orgánicos del mundo. Pero también lideramos la exportación de
paprika, espárragos y, en mango y palta, estamos tomando la delantera. Dicho de
otra forma, debemos apuntar a sacarle provecho de nuestro capital verde
renovable el cual estamos seguros que, en un mediano plazo, adquirirá valores
impresionantes. Recordemos que fue justamente esta misma diversidad la que
permitió que distintas variedades de papa puedan ser cultivadas en latitudes
tan distintas como distantes: desde Irlanda, China, Estados Unidos, India,
entre otros países, permitiendo doblegar el hambre mundial.[2]
Por su parte, México también se muestra
contrario a abrir las puertas a los OGM dado que no desean arriesgar las más de
60 especies de maíz nativo que poseen.
Por estas razones,
consideramos que aún no estamos preparados para tomar la enorme responsabilidad
para administrar dichos organismos. Basta tan solo con constatar cuanto se invierte
en nuestro país en la actualidad en ciencia y tecnología en para darnos cuenta
que no estamos prestos a riegos tales.[3]
No obstante, consideramos justo y merecido extender un reconocimiento al arduo
e importante trabajo de Centro Internacional de la Papa (CIP) al resguardar los
germoplasmas de este tubérculo, así como destacar el trabajo del Instituto
Nacional para la Innovación Agraria (INIA) el cual busca fortalecer y potenciar
la producción agrícola rural así como también resaltar la labor desempeñada por
la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) a través del Centro para la
Sostenibilidad Ambiental (CSA) entre otras entidades que silenciosamente buscan
mantener nuestra diversidad y medio ambiente libres de amenazas.
Finalmente, el aumento
del hambre conlleva a la depredación de bosques (para agricultura y ganadería)
propiciando impactos tremendos y en muchos casos irreparables. De igual forma,
el hambre, obliga a las personas a dedicarse a actividades ilícitas como la
minería informal (contaminación de agua y suelos) y narcotráfico (quema para
plantar coca) por lo que debemos buscar un equilibrio entre las estrategias,
las decisiones y las consecuencias que estas conlleven. Fiat
panis.
[1]
EEUU (69 millones de hectáreas sembradas), Brasil y Argentina son los países
con más cultivos transgénicos del mundo evidenciándose un crecimiento en
cultivos de OGM del 8% entre el 2010 y el 2011. Fuente: Diario El Comercio.
Lima, miércoles 15 de febrero de 2012.
[2]
En el mundo cerca de mil millones de personas basan su dieta regular en consumo
de papa con una producción global de 300 MTM. Así mismo, en el Perú existen más
de 4,000 variedades de ése tubérculo, sin embargo, comercialmente, el mundo
emplea 4. Fuente: Centro Internacional de la Papa (CIP) www.cipotato.org
[3]
En el Perú se invierte el 0,15% del PBI en ciencia y tecnología mientras que
otros países como México, Chile y EEUU invierten el 0,44%, 0,59% y 2,60%, de su
PBI respectivamente. Fuente: Diario El Comercio. www.elcomercio.com.pe
http://www.chefandhotel.cl/images/Revista60.pdf
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