Por: Sandor G.
Lukacs de Pereny
El Perú es un país que
goza de un rico legado agrícola proveniente de las culturas pre-incas e Inca
respectivamente. La rotación de tierras, el calendario solar, la precisión y
perfección en el manejo del agua, la construcción de andenes, así como la
domesticación del tubérculo más consumido del mundo –la papa- son algunos de
sus mejores ejemplos. Si ello sumamos que la agroexportación es actualmente la
segunda fuente de divisas para nuestro país, caemos en cuenta que, si bien como
balance la agricultura a nivel industrial ha demostrado ser positiva como motor
y soporte económico (claro está, con los defectos, limitaciones y efectos
colaterales que todo sector posee) es cada vez más frecuente constatar que la pequeña
producción campesina es la que realmente puede ser base para la creación de mercados
internos más participativos e integrados representadas por familias y
cooperativas agrarias agrupadas y tecnificadas que emerjan como unidades microemprendedoras
autosuficientes. Es aquí donde los “Yachachiqs” hacen su aparición.
La palabra “Yachay” en
quechua significa “saber o conocimiento” y “chik” se entiende por la acción de
“el que sabe y hace que otro aprenda”[1].
Sin embargo, la dimensión de este concepto resulta ser más compleja de lo que
parece por cuanto implica que el denominado yachachiq no solo comparta un
abanico de técnicas agrícolas con campesinos (en su mayoría quechua-hablantes) sino
que además los guíe y se convierta en su referente, asistiéndoles,
instruyéndoles y asegurándose que los aprendices dominen la variedad de conocimientos
por medio de evaluaciones basadas en resultados concretos. Ciertamente se busca
un “efecto cascada”.
Pero ¿cómo nació este
concepto?“(…) EI “Instituto para la Innovación
Agraria” (IAA) todavía en sus inicios, por los años 80, organizó varios URU
CAMACHIQ RAYMI que se desarrollaron en las comunidades campesinas de Canas (…).Luego
el IAA organizó el PACHAMAMA RAYMI, es decir fiesta de la madre tierra y
organizó yachachiq agrícolas, pecuarios, de medio ambiente y de organización. (…)
Al año siguiente las comunidades cuando encontraban yachachiq de buen
rendimiento, los ratificaban y cuando habían algunas fallas los cambiaban (…)”[2]
El objetivo era crear
una base de yachachiqs quienes durante un año pasaran por una meticulosa
capacitación en la cual pudieran aplicar y replicar su aprendizaje en terreno,
es decir, en directo contacto con campesinos de las zonas rurales. Inicialmente,
la primera generación de este proyecto generó 25 yachachiqs. “(…) Por ejemplo para conocer el proyecto de
fitotoldos visitaron Almería, un proyecto de la fundación que lleva el nombre
de Almería de España y que trabaja en la especialidad de cultivos en fitotoldos
en Anta. Luego fueron a IDER en Anta que son expertos en animales menores. Esta experiencia tiene sus raíces en la
cultura andina, la recogió el “Proyecto de Desarrollo Rural en Microrregiones”
(PRODERM) un programa de la cooperación holandesa que se instaló en el Cusco
para ver cómo se orientaban las nuevas unidades productivas constituidas
después de la Reforma Agraria cuando la tierra pasó a las comunidades
campesinas (…)”[3] Los
yachachiqs son en la actualidad elementos fundamentales para el programa
llamado “Sierra Productiva”.[4]
De igual modo se invitó
a otros poseedores de conocimientos como los “Camachiqs”[5]
quienes iniciaron un festival denominado “Uru Camachiq Raymi” (celebración o
fiesta en virtud del manejo del agua, elemento indispensable para la
agricultura) Con ello, se consiguió que los camachiq capaciten a varios agricultores
andinos. Lamentablemente –ya años más tarde- el PRODERM desapareció, sin embargo sus
conocimientos pudieron ser rescatados por diversas entidades, entre ellas el IAA.
Cabe destacar que la
tarea no fue fácil debido a que la principal dificultad no solamente radicaba
en los limitados recursos del nuestro sector público (o de las cifras que
disponen sus autoridades) sino que también había una alta expectativa por parte
del campesino rural. Empero, por medio del apoyo de entidades y organismos de
cooperación internacional, el proyecto pudo continuar. Es preciso mencionar
además que, la variable geográfica en paralelo a una dispersión poblacional
rural típica de las pequeñas comunidades peruanas de la Sierra, limitaban el
espectro del proyecto en razón de la dificultad para acceder a los múltiples caseríos
diseminados en zonas de hasta 4,500 msnm y más. Probablemente el gran desafío
de la agricultura en el Perú no solamente está ligada a una carencia de
recursos, sino que además responde a la progresiva fragmentación que la cultura
andina sufrió (y con ello sus conocimientos ancestrales) debido a crudas y
prolongadas coyunturas económicas, políticas y sociales que sufrió el país,
mismas que repercutieron en las comunidades más alejadas, precisamente donde el
Estado aún se encuentra ausente.
Iniciativas como estas
demuestran que la educación es elemento clave para nuestro desarrollo. De esta
experiencia se desprenden las siguientes conclusiones:
a) Que la agricultura
rural en el Perú si puede ser rentable y sostenible si es que se logran
articular y vincular a los campesinos en cadenas “glocales”[6]
de valor que puedan generar cambios en su calidad de vida a través de una
adecuada capacitación y seguimiento.
b) Que es factible
consolidar un agro autosuficiente que prescinda de intermediarios.
c) Que una producción
agrícola de calidad puede impactar positivamente en la calidad nutricional de
la población rural andina.
d) Que al “empoderar”
al campesino se obtienen resultados de integración entre estos, expresado en la
creación de cooperativas agrarias que les otorgan mayor poder de negociación.
e) Que una adecuada
descentralización agrícola puede permitir la participación de una otrora clase
agrícola migrante en un sector de impulso económico. Claramente el factor
migratorio de los años 80 -por efectos del accionar terrorista- trajo como
consecuencia un despoblamiento de los campos.
f) Que el campesino se
siente revalidado como persona dado que se expresa abiertamente la necesidad de
un mercado que está enfocado en nichos de productos orgánicos para la
exportación. Decididamente en las diversas ediciones de la feria “Mistura” fueron
escenario mediático de reconocimiento de los mejores agricultores. Con ello,
poco a poco se reivindica a un sector social muy abandonado el cual actualmente
está lentamente insertándose en una actividad agroexportadora de alto valor agregado.
Finalmente, las
diversas técnicas y productos fruto del conocimiento agrícola andino han sido recopiladas
por la antropóloga Moraima Montibeller Ardiles en su libro “Los Alimentos en el
Mundo Andino”[7] en donde
se detallan las distintas prácticas ancestrales de autosuficiencia
socioeconómica aplicadas antes y durante el incanato. Sembrando saber.
[5]
“(…) Los camachiq es un término distinto
a los yachachiq (…) Yachachiq es un profesor y el amauta es un sabio, camachiq
es una categoría intermedia, especializada. Los camachiq son los mejores
regadores, son especialistas del riego por gravedad, es una técnica de riego
por melgas. Tienen el arte de conducir el agua, de modo tal que en el menor
tiempo posible el agua abarque por surcos toda una parcela y los expertos en
esto son arequipeños, de la zona del valle del Colca y la parte baja de
Arequipa (…)” Fuente: http://www.sierraproductiva.org/yachachiq/Home/Yachachiqs
[6] En
referencia a la fusión de las palabras “Global” y “Local”.
[7] Ver: http://bit.ly/vRufPm
http://www.chefandhotel.cl/images/Revista54.pdf